La mujer llora desconsolada, se abrazaba a menudo de alguna persona que identificaba cercana a ella.
La carroza fúnebre de la Fiscalía General del Estado llegó ya, son casi las 22:10 horas del miércoles, los policías están dentro de la pequeña casa o en el patio.
Mucha gente afuera sobre la oscura y pedregosa calle de la colonia Yukis. Todos en silencio.
Un pequeño se apura a llegar al lugar, va en su bicicleta, lo acompañan sus padres, es uno de los compañeritos de José Abraham Peña Velasco, de 10 años, que yace sin vida dentro de la pequeña vivienda donde nació y creció entre muchas carencias.
Es una zona de extrema pobreza, lo dice la calle pedregosa y accidentada, lo confirma la falta de alumbrado público y lo gritan con fuerza las paredes de madera y otras partes de lona con publicidad de un partido a punto de fenecer.
La familia Peña Velasco es muy pobre; por eso padre y madre deben trabajar todo el día, trabajan no para hacerse ricos, sino para tener al menos lo básico para subsistir y darle a José Abraham lo que ellos no pudieron tener.
Pero en ausencia de sus padres José se quedaba solo. Tras regresar de la escuela primaria Armando Duvalier, ubicada en la colonia Democrática, donde estudiaba el 5o. Grado.
“Todavía lo hallamos vivo”, dice la mujer aferrada a una joven.
Luego camina y se abraza de un hombre, al parecer su hermano, “Siempre quisimos un varón y Dios nos lo dio, ¡por qué ahora nos lo quita… Ay mi hijito!”. La madre conmueve a todos que observan en silencio.
“La hamaca no estaba tan alta ¿Cómo pasó?” se pregunta la apesadumbrada madre.
El pequeño cuerpo es subido a la carroza, tienen que hacerle la necropsia de ley, porque hay dudas sobre la causa real del deceso del niño.
La gente se queda en silencio, la madre se queda llorando,
la carroza con el cadáver de José pasa por la calle Guanajuato, frente a la escuela Armando Duvalier, que luce cerrada, a oscuras y silenciosa; adelanto de la tumba que espera al infante. Horas después maestros y alumnos se sumarán al velorio y cortejo fúnebre.
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