Un hombre se quitó la vida la noche del martes en la colonia El Jobo de Tuxtla Gutiérrez.
Para segar su existencia, el joven ingirió mata zacate. Cuando fue encontrado por sus familiares, ya estaba sin signos vitales.
La noche se le vino encima, literal y simbólicamente. Humberto Manuel López, de 22 años, no soportó más la presión y buscó una salida.
La juventud que es sinónimo de fuerza, valor, coraje, sueños y entusiasmo, se convirtió en antónimo para Humberto.
El joven se sentía débil, temeroso, opacado y sin metas en la vida.
No lo decía con palabras, pero su conducta gritaba en silencio su tragedia interior. No era feliz. No le hallaba sentido a la vida.
Cuando podía se embriagaba. Buscaba vías de escape, pero no una solución inteligente a sus problemas, sus gigantes, muchos de los cuales eran solo imaginario.
La crisis económica era real. La decepción amorosa, también. Y para Humberto fue una pesada losa.
Ebrio, solo, miró la botella de mata zacate (Gramoxone) en un rincón. Y así se sentía él, solo, en un rincón.
Decidió que ese líquido fuera parte de su organismo. Uno con él. Para compartir juntos el pesar de la soledad.
Y el veneno hizo su parte. Dentro del estómago de Humberto se fue al torrente sanguíneo. Destrozó vísceras. Arruinó una vida que pudo ser distinta.
Nadie atestiguó la agonía de Humberto. Nadie lo auxilió. Cuando los familiares descubrieron al joven suicida, ya tenía más de una hora sin signos vitales, dentro de la casa ubicada en 1a. Norte y 6a. Oriente de El Jobo
Con resignada impotencia, dieron parte al 066. La policía solo llegó para confirmar el deceso y llamar al agente del Ministerio Público de la Procuraduría General de Justicia del Estado.
Y finalmente, el cuerpo sin vida fue a dar al Servicio Médico Forense para realizarle la autopsia que marca la ley. El resultado no dirá que murió por falta de sueños, pero esa es la realidad.
Vía Cuarto Poder
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