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lunes, 7 de mayo de 2018

LA VIOLENCIA TAMBIÉN SE ENSAÑA CON LOS NIÑOS EN SINALOA; FISCALÍA RESUELVE POCOS CASOS

Sinaloa/Ciudad de México, 7 de mayo, (Noroeste/Ciudad de México).- Los recientes crímenes de asesinatos no son exclusivos contra adultos: las víctimas también son niños y niñas.

Un ejemplo es el de los mazatlecos Sebastián, de 13 años, y Jesús, de 8, evidenció que morir siendo niños y, de manera violenta, es una realidad que avanza en Sinaloa.

También está el caso de Dayana, una niña de 5 años que, de acuerdo con la Fiscalía General del Estado, fue asesinada por un policía municipal de Navolato. De ella sólo encontraron restos, entre ellos, su cráneo expuesto en un campo agrícola.

Sus vidas arrebatadas conducen a otros casos de menores que también han perdido la vida en hechos de alto impacto, asesinados o lastimados a golpes o alcanzados por balas, algunos caídos en plena calle, otras víctimas colaterales de la violencia callejera.

La realidad es que los niños están siendo víctimas mortales.

MUERTES FEMINICIDAS

En este contexto, siete de las once “víctimas chiquitas” fueron mujeres, todos feminicidios.

Ellas pasaron por circunstancia similares de indefensión y agresiones repetidas en su propia familia, con el enemigo en casa, según reportes de la autoridad investigadora.

El caso de la pequeña Daren Yarley, de apenas 11 de meses de edad, conmocionó a Mazatlán en octubre del año pasado, cuando ingresó al Hospital General con más de 20 fracturas en su cuerpo. Eso le causó la muerte.

La niña llegó con muerte cerebral, la Fiscalía investiga a una persona cercana a su familia.

Un mes después, en noviembre, otra niña murió de manera similar: Briana, de 2 años y seis meses de edad, falleció en el mismo Hospital también a causa de golpes múltiples. En este caso, las autoridades investigan a una persona cercana a su mamá.

A ellas las asesinaron siendo bebés, y de sus casos no hay más avances públicos.

El otro feminicidio fue el de Ángeles Rosmery, una bebé de 7 meses de edad. Éste ocurrió en febrero pasado en Escuinapa.

La pequeña ingresó al Hospital General de ese municipio con heridas mortales, a ella la golpearon. Uno de los sospechos también está ligado a su familia. Las tres niñas fueron asesinadas en condiciones de indefensión.

A ellas se sumaron el asesinato de Alondra, Melany, Dayana, y Jovana.

El caso de Alondra, de 16 años, sacudió a Mazatlán, en mayo del año pasado. La joven tenía cuatro meses de embarazo y murió apuñalada en plena calle, en la Avenida Manuel J. Clouthier, en Lomas del Ébano. Al parecer, su pareja, la asesinó porque lo abandonó.

Testimonios de familiares y personas cercanas a la familia coinciden en que vivió repetidas agresiones de su pareja.

A Melany la mataron en su casa, en Pradera Dorada, en octubre del año pasado. Estudiaba preparatoria cuando le arrebataron la vida en su casa. La Fiscalía General del Estado detuvo a su tío como presunto responsable del crímen.

A ellas se suman los homicidios de Dayana y Jovaya, ellas perdieron la vida en hechos de alto impacto, en Navolato.

El caso de Dayana tuvo eco nacional. Ella era hija de una familia de bajos recursos económicos de San Pedro, Navolato.

La pequeña de cinco años de edad fue privada de su libertad el pasado 6 de junio de 2017 de la sindicatura de San Pedro. El 3 de julio, en cautiverio, cumplió 6 años.

La misma semana que desapareció, la comunidad de San Pedro dejó casas, cerró cortinas de negocios y salió a la carretera a manifestarse exigiendo el regreso con bien de la niña.

El 28 de octubre, cerca de cinco meses después, el Fiscal Juan José Ríos Estavillo reportó que la niña había sido asesinada.

Una persona, de manera deliberada colocó el cráneo de la niña en un terreno, a corta distancia de donde fue privada de su libertad.

En noviembre se encontraron los demás restos óseos y en diciembre fue sepultada en Mocorito, un municipio de su abuelo paterno, lugar en donde nunca vivió.

Diez meses después de su privación ilegal de la libertad, el Fiscal mencionó que Miguel Eduardo Burgos Varela, un ex policía de Navolato es el presunto asesino de la menor.

Burgos Varela está prófugo de la justicia.

SEBASTIÁN Y JESÚS, LA CONMOCIÓN

Los ataques y asesinatos de menores de edad sumaron a Sebastián y a Jesús, el primero asesinado en la colonia Casa Redonda, el segundo en Santa Teresa.

Ambos crímenes despertaron la ira social acumulada.

El caso de Sebastián tuvo eco nacional. La muerte del niño, de 13 años, estudiante de segundo de secundaria, ocurrió el pasado 26 de marzo cuando regresaba de entrenar box, al parecer tres jovencitos lo atacaron con navaja en plena calle hasta dejarlo sin aliento.

Sus amigos y familiares encabezaron dos manifestaciones para exigir justicia. Al reclamo se sumaron intelectuales, pues el adolescente era sobrino del escrito mazatleco, Hilario Peña, ganador del Premio Bellas Artes de Novela en 2016.

Su relación con Sebastián parece curiosa, en las historias de Hilario los protagonistas son detectives y boxeadores, justo lo que a Sebastián le gustaba más: el box.

En una carta abierta Hilario exige justicia y cuestiona un Estado fallido en seguridad, donde se percibe “licencia para matar”. De este caso hay tres menores vinculados a proceso.

El otro asesinato, el de Jesús, en Mazatlán, es el último que sacudió. El pasado 16 de abril, el niño quedó enmedio de una discusión entre sus padres, y en su casa perdió la vida, al parecer su papá lo habría apuñalado. Jesús no resistió las heridas.

El niño fue víctima de una tragedia familiar.

A ellos se suman otros dos menores que perdieron la vida en medio de la balas, uno ocurrió en enero del año pasado en la colonia Sánchez Celis, de Mazatlán, ahí falleció un adolescente, apenas de 15 años.

El otro jovencito dejó el aliento en un hospital en Culiacán, Damián, también de 15 años de edad, recibió varios disparos en un ataque en la sindicatura de Sanalona, en límites con Durango en diciembre de 2017.

LAS VÍCTIMAS INOCENTES

Las agresiones fueron mortales para algunos, otros menores sobrevivieron, es el caso de una niña mazatleca, entre 10 y 12 años de edad, que recibió una bala perdida en calles del fraccionamiento Colinas del Real, en junio del año pasado. El impacto llegó cerca del parque de la zona cuando un grupo le disparó a un hombre desde un vehículo en movimiento.

De su caso sólo se sabe que está en investigación.

Un hecho similar ocurrió en febrero pasado, la víctima: un niño de 10 años. El menor viajaba en una camioneta con su abuelo cuando fueron atacados en la carretera internacional salida al sur de este puerto, dos hombres les dispararon desde una motocicleta.

En el ataque el pequeño recibió un disparo en la cara que le afectó su garganta, él quedó lastimado, pero su abuelo murió.

Las balas también alcanzaron a otros tres menores de edad en Sanalona, sindicatura de Culiacán, en un enfrentamiento a balazos los adolescentes sobrevivieron a los disparos.

En ese periodo, de enero de 2017 a la fecha, al margen de los once menores fallecidos en hechos violentos, otros cinco niños han resultado víctimas colaterales de la violencia.

La realidad es de alarma, pero es eso: realidad.

En Sinaloa los niños están siendo blanco de la violencia intrafamiliar y callejera, con avances lentos en las investigaciones, pocos casos están resueltos, de otros los avances no son públicos.

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