El primero de tres - EL IMPARCIAL DE CHIAPAS

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lunes, 23 de abril de 2018

El primero de tres


Todos necesitan una estrategia, comenzĂ³ contundente Lawrence Freedman en su importante obra histĂ³rica sobre estratagemas en 2013. Tenerla, afirma, sugiere la habilidad para mirar mĂ¡s allĂ¡ del corto plazo y lo trivial, al largo plazo y lo esencial, para ocuparse de las causas en lugar de los sĂ­ntomas, y para ver el Ă¡rbol en lugar de las ramas. Pero tras los 120 minutos del primer debate presidencial, ninguno de los candidatos enfocĂ³ realmente en las causas que provocaron la inseguridad, salvo Margarita Zavala, que acusĂ³ el retiro del Estado en el combate a criminales, y todos buscaron el contraste con el enemigo a descarrillar: AndrĂ©s Manuel LĂ³pez Obrador. Vieron lo particular, no lo general, en realidad este primer encuentro ante la naciĂ³n se trataba de otra cosa: exhibir las inconsistencias y contradicciones del candidato de Morena. Objetivamente hablando, lo lograron; subjetivamente, se verĂ¡ si tiene impacto en las prĂ³ximas encuestas de preferencia electoral.

LĂ³pez Obrador llegĂ³ al debate para administrar la ventaja que lleva sobre sus adversarios, pero algo importante sucediĂ³ con el equipo que lo preparĂ³, porque le dieron datos falsos sobre inseguridad. Fue uno de sus malos momentos, al presumir los logros que alcanzĂ³ en su gobierno en la Ciudad de MĂ©xico. Anaya le demostrĂ³ que mentĂ­a. No abundĂ³, pero segĂºn datos del Sistema Nacional de Seguridad PĂºblica, LĂ³pez Obrador no dio datos reales.

En su gobierno hubo 988 mil 141 delitos en general, 686 secuestros y ocho mil 389 homicidios. En el periodo 2013 a la fecha, van 944 mil 496 delitos en general, 265 secuestros y ocho mil 327 homicidios. El candidato de Morena no replicĂ³. Se ajustĂ³ al libreto: no enredarse en rĂ©plicas, no responder señalamientos concretos –como lo acusĂ³ Anaya-, y regresar todo el tiempo a las frases que penetran no solo en sus clientelas electorales, sino tambiĂ©n en un amplio segmento de la sociedad que estĂ¡ indignada por la corrupciĂ³n y la impunidad.

LĂ³pez Obrador ya tiene bien anidada su narrativa, por lo que se quiso concentrar en una letanĂ­a. Anaya, y de manera amplia el candidato independiente Jaime RodrĂ­guez CalderĂ³n, lo arrinconaron en cada uno de los temas. Durante toda la primera parte del debate, el lenguaje de cuerpo de LĂ³pez Obrador mostrĂ³ lo acosado que estaba, con los brazos cruzados –reflejo subconsciente de inseguridad-, con la cara dura y el cuerpo doblado.

Comenzaba a dar señales de molestia ante las imputaciones de deshonesto y corrupto, pero el Bronco le abriĂ³ la puerta de salida y volteĂ³ a Meade a cuestionarlo sobre su integridad. Anaya tambiĂ©n lo soltĂ³ y enfilĂ³ contra el candidato oficial. En este tema, Meade no tiene muchas armas para defenderse. Los actos de corrupciĂ³n de gobernadores priistas, la inacciĂ³n judicial por el tema de Odebrecht, la creciente percepciĂ³n de impunidad en el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no pudieron, porque no habĂ­a forma real de responder, ser atajados por el candidato priista.

Meade llegĂ³ como el underdog, el candidato mĂ¡s dĂ©bil por todos los negativos que arrastra del presidente (ocho de cada diez mexicanos reprueban su gestiĂ³n), y por el rechazo al PRI (seis de cada diez mexicanos dicen que nunca votarĂ­an por ese partido). Si bien mostrĂ³ que tuvo una buena preparaciĂ³n para el debate, no ha sido suficiente. Su estrategia tenĂ­a que haber superado el obstĂ¡culo para reducir el abismo existente entre el objetivo que busca (ser un candidato competitivo), y la realidad de las herramientas y los instrumentos que tenĂ­a a su alcance (el descrĂ©dito presidencial, del gobierno y del partido).

Para un underdog siempre se sugiere que despliegue una tĂ¡ctica guerrillera, donde golpea a su enemigo y se retira, pero teniendo el cuidado siempre que en el repliegue, no sea alcanzado por los tiros de sus adversarios. Eso le sucediĂ³ el domingo en la noche. No le afectaron los lugares comunes de LĂ³pez Obrador, pero fue tĂ³xico el emplazamiento que le hizo Anaya al hablar de corrupciĂ³n y le preguntĂ³ quĂ© podrĂ­a decir de su jefe, el presidente Peña Nieto. Meade enmudeciĂ³.

Cuando se tienen pocas opciones, como con las que entrĂ³ Meade al debate, las posibilidades pueden mejorar sustancialmente si actĂºa fuera de la caja y es disruptivo para obligar a quien luce como el poderoso. No lo hizo. Aquella pregunta lo desinflĂ³. Incluso llegĂ³ a mezclar los apellidos de Elba Esther Gordillo con NapoleĂ³n GĂ³mez Urrutia, al llamar “GĂ³mez Gordillo” a la maestra, en algo que puede interpretarse como nerviosismo. Pudo haber sido mĂ¡s enĂ©rgico con el presidente, pero no lo hizo, o dicho que el presidente no estĂ¡ fuera del alcance de la ley, pero optĂ³ por no incomodarlo, menos tocarlo. ¿Se acabaron sus posibilidades en este primer debate? Es otra de las respuestas que darĂ¡n las prĂ³ximas encuestas.

No hubo nada nuevo en el debate, por cuanto a frases, ideas y propuestas, y tampoco hubo debacles. Se regresa todo al campo de las percepciones y a la lucha del postdebate. Alguna vez dijo el boxeador Mike Tyson –recordado por Freedman-, un golpe bien puesto echa a perder el plan mĂ¡s ingenioso. Nadie lo dio. La combinaciĂ³n de unir fuerzas contra el mĂ¡s poderoso siempre era una buena estrategia, para construir una alianza tĂ¡ctica con el interĂ©s comĂºn que LĂ³pez Obrador alcanzar un techo electoral y empezara a perder puntos. Pero el planteamiento de hacer un duelo que acota todo a un ganador y un perdedor se eliminĂ³ cuando Meade se convirtiĂ³ en otro objetivo a derrumbar. El momentum se esfumĂ³. No parece que a LĂ³pez Obrador le hayan suficiente mella.

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