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miércoles, 21 de marzo de 2018

Egipto sacrifica la democracia a cambio de estabilidad

La votación fue precedida por una purga de potenciales candidatos, algo que no se había dado ni siquiera en los 30 años de gobierno de Mubarak.
EL CAIRO (AP) — Cuando el único candidato que hace frente al presidente Abdel-Fattah el-Sissi realizó un acto en el centro de El Cairo hace poco, asistieron apenas 30 personas. Ese fue tan solo uno de varios indicios de que su campaña no representa el menor peligro para el mandatario.

Más reveladores fueron los cánticos de los partidarios de Moussa Mustafa Moussa, un político desconocido que se postuló solo para que el-Sissi tuviese un rival. Distaban mucho de ser consignas triunfalistas.

“Gane Moussa o gane el-Sissi, cualquiera de los dos es nuestro presidente”, coreaban.
No hay dudas de que el-Sissi, un general que llegó a la presidente, ganará un segundo mandato de cuatro años. Pero los comicios del 26 al 28 de marzo serán recordados probablemente como el momento en que Egipto hizo a un lado las pocas pretensiones que tenía de ser una democracia, siete años después de que un alzamiento popular derrocase a Hosni Mubarak en nombre de la democracia.

La votación fue precedida por una purga de potenciales candidatos, algo que no se había dado ni siquiera en los 30 años de gobierno de Mubarak. Las autoridades también reprimieron a la prensa y alentaron a la gente a que denunciase a cualquiera que pensasen que fomentaba una mala imagen de Egipto.

La pregunta que se hacen muchos observadores es por qué apelar a esos extremos cuando de todos modos el-Sissi seguramente hubiera ganado unas elecciones competitivas.

El-Sissi parece convencido de que una elección realmente peleada podría desestabilizar el país, permitir que los islamistas regresen al poder o interferir con sus esfuerzos por revitalizar una economía tambaleante.

Fue elegido por primera vez en el 2014 por una abrumadora mayoría, después de encabezar como jefe del ejército un alzamiento contra el presidente islamista Mohammed Morsi. Conservó en buena medida su popularidad al tiempo que combatía ferozmente a los islamistas y a los opositores seculares.

Insiste en que la estabilidad es más importante que muchas libertades para sacar adelante grandes proyectos de infraestructura y sobrellevar medidas de austeridad. Mediante sus reformas, consiguió revivir en parte la economía, aunque generando inflación.
Después de las elecciones, el-Sissi y sus partidarios probablemente traten de reformar la constitución para permitir que un presidente se mantenga por más de dos mandatos, de acuerdo con Paul Salem, experto en el Medio Oriente del Instituto del Medio Oriente con base en Washington.

“Dirán que es necesario para la estabilidad, la economía y por razones de seguridad”, pronosticó Salem en declaraciones a la Associated Press. “Mi impresión personal es que esto genera estabilidad a corto plazo, pero hará cualquier transferencia de poder, que se dará tarde o temprano, mucho más difícil”.

El-Sissi no se ha molestado en hacer campaña en persona. Pero las calles de El Cairo y otras ciudades están cubiertas de afiches y carteles con su imagen y la consigna: “Él es la esperanza”.

Una participación decente sería importante para darle cierta legitimidad a la elección, por lo que los partidarios de el-Sissi han estado realizando actos alentando a la gente para que acuda a las urnas. La prensa oficialista dice que no votar constituiría un acto de “alta traición” y lo mismo dicen los partidarios de Moussa en sus actos.

La metódica eliminación de todo rival indica que el-Sissi tal vez se sienta vulnerable.
Varios candidatos se retiraron aduciendo hostigamientos e intimidación. Pero el peor trato lo recibieron dos ex generales: Sammi Annan, del ejército, y Ahmed Shafiq, de la fuerza aérea y quien terminó segundo en la votación del 2012.

Annan, de 70 años, fue arrestado tres días después de lanzar su candidatura en enero y está todavía preso. Antes del anuncio estaba siendo vigilado y se le dijo que no se postulase, según un alto funcionario del aparato de seguridad que pidió no ser identificado porque no estaba autorizado para hacer declaraciones.

Shafiq vivía en los Emiratos Árabes Unidos cuando lanzó su candidatura. Los Emiratos lo deportaron de inmediato y lo enviaron a Egipto, donde fue arrestado. Durante días fue hostigado y la prensa oficial lanzó una campaña para desacreditarlo, hablando de casos de corrupción y de supuestas aventuras sexuales.

Finalmente se retiró de la contienda el 7 de enero y permanece bajo arresto domiciliario, de acuerdo con el informante.


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