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martes, 13 de febrero de 2018

Esther, 85 años, vive sólo de pan y café: Sedesol le da 580 pesos al mes, y se van en deuda de predial


Berenice –quien hace unas semanas pidió apoyo a los saltillenses para Don Ramón, el hombre que velaba en soledad a su esposa y no contaba con los recursos para su entierro– solicita ahora ayuda para Doña Esther, una mujer de 85 años que recibe de la Sedesol mil 160 pesos bimestrales (580 al mes) que usa, casi íntegros, para pagar el predial de su casa, a punto de caerse.
De los más de 12 millones de adultos mayores que en México, el 80 por ciento lo hace en condiciones de pobreza y abandono, igual que Doña Esther, de acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).


Por Christian Martínez

Saltillo/Ciudad de México, 12 de febrero (Vanguardia/SinEmbargo).- Esther tiene 85 años de edad y está sola en la vida –ninguno de sus familiares vive–; su casa está intestada, derrumbándose y el apoyo que le brinda la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) lo utiliza para pagar la deuda del predial. Cuando tenía 30 años, un médico le amputó un seno por equivocación, y eso le cambió la vida.

Siendo hija única, Doña Esther camina como miles de personas de la tercera edad en México: en medio de la soledad, la incertidumbre y la pobreza. Lleva viviendo sola 20 años desde que murió su padre, en 1999: él con 94 años de edad, ella con 64; después de eso, Esther quedó sola en el mundo.

Berenice Ruiz, una ciudadana dedicada a labores altruistas, trajo a Doña Esther a Saltillo, pues las condiciones en que vivía en Torreón eran indignas: su casa está por caerse y aún tiene un adeudo de 14 mil pesos de predial.

Antes de trasladarse a Saltillo, la madre de Berenice recibía en su casa –allá en Torreón– a Esther, con quien compartía alimentos y compañía.

La mujer de 85 años vive en la más completa soledad y el dinero que recibe de la Sedesol –mil 160 pesos bimestrales– es destinado para el predial; hay días en los que sólo bebe café y come pan.

Cuando Esther tenía 30 años, un médico aseguró haberle detectado una “bolita” en el seno derecho, diagnosticándola con cáncer, por lo que se lo tuvieron que amputar. Después de un tiempo, los médicos se dieron cuenta de que le habían amputado el seno a la persona equivocada.

“A ella se la hacía muy triste no tener un pecho. Dice que le duele la espalda”, contó Berenice. “Nunca se casó, pues la amputación del seno le afectó su autestima y consideró que jamás ‘conseguiría’ pareja para hacerlo”.

Esther estudió para ejercer el secretariado, pero al final eligió atender la panadería de sus padres, negocio que dejó de funcionar conforme sus padres iban envejeciendo. A sus 64 años, ella trabajaba como mesera para solventar las necesidades de su padre.

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