NIÑOS MARTIRES DE TLAXCALA - EL IMPARCIAL DE CHIAPAS

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lunes, 16 de octubre de 2017

NIÑOS MARTIRES DE TLAXCALA


Este domingo, el Papa Francisco, en Roma, declaró santos a tres niños indígenas de Tlaxcala, de nombres Cristóbal, Antonio y Juan, que fueron asesinados por odio a la fe católica entre los años 1527 y 1529. Habían sido declarados beatos por el Papa San Juan Pablo II, el 6 de mayo de 1990, en la Ciudad de México. Participaron en la celebración muchos mexicanos y algunos obispos del país.
Estos tres niños fueron evangelizados por los misioneros franciscanos. Una vez que conocieron el Evangelio, comunicaban su fe a sus propios familiares y paisanos, invitándoles a abandonar el culto a los ídolos y adorar al Dios verdadero. En aquellos tiempos, no había la actitud de diálogo interreligioso que hay en nuestros días, sino que se combatía todo lo que parecía no ser conforme a la fe católica. No se valoraba la religión de los antepasados, descubriendo en ella lo que hoy llamamos “Semillas del Verbo”, es decir, preparación al Evangelio, sino que todo se calificaba como idolatría. Estos niños son reconocidos como testigos valientes de la fe católica, y por ello son presentados como modelos a imitar.
Hoy, los niños indígenas son evangelizados por sus padres que son creyentes, católicos o evangélicos, y las parroquias con población indígena están haciendo esfuerzos por ofrecerles una evangelización y una catequesis inculturadas; sin embargo, en muchos lugares no se toma en cuenta su cultura indígena y se les asimila a la cultura mestiza.
Por otra parte, los niños y jóvenes indígenas viven hoy la invasión de la cultura de los medios modernos de comunicación, y el celular los absorbe. Con esto, pierden sus raíces culturales, dejan de hablar su idioma originario y están expuestos a la cultura dominante que impone modelos de conducta individualista y consumista.
Exhorto a los padres de familia a educar a sus hijos en su propio idioma, aunque también deben aprender el castellano, que necesitan para enfrentarse a los retos de la vida. Que también en su idioma les compartan su fe, que aprendan a rezar en su lengua nativa, que exijan a sus parroquias que se les evangelice en su propia cultura. Que en sus comunidades, haya escuelas y maestros bilingües, para que no se pierda su propia identidad.
Tengamos confianza en que los niños indígenas también pueden ser evangelizadores de sus familias y de sus compañeros de escuela. No los despreciemos, sino que ofrezcámosles una educación y una evangelización bicultural.

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