“¡Cómprame un refresco. Apúrate! Que sea jumbo porfa, ah y de cola”, grita el hombre. “¿Frío o al tiempo?” pregunta el que va por el mandado. “¡Como sea, no lo quiero para beber. Es pa mi carro!”, le dice. Es que la camioneta comienza a incendiarse en el motor. El refresco sirvió para apagarlo.
Modesto Domínguez se ve sofocado. A sus 58 años las emociones fuertes no son muy recomendables. Y esta vez tuvo una: su carro se estaba incendiando.
“Acababa de cargar 500 de gasolina. Solo llegó a medio tanque”, dice. Esa fue la primera impresión desagradable, pero la iba superando poco a poco.
Circulaba sobre el Bulevar Andrés Serra Rojas de Tuxtla Gutiérrez. Iba de sur a norte, en el carril de baja, cuando al llegar frente a la Plaza Polifórum se detuvo.
La camioneta marca Chevrolet, color café, placas DC-08254 de Chiapas, estaba incendiándose en el motor.
Modesto detuvo la unidad, abrió el cofre y su mente ágil pensó en una rápida salida. Otro hubiera llamado al 911, pero él llamó al primer hombre que vio cerca.
Sacó un billete de 50 pesos de su bolsillo y se lo dio. “¡Cómprame un refresco. Apúrate! Que sea jumbo porfa, ah y de cola”, le gritó.
“¿Frío o al tiempo?”, preguntó el que iba por el mandado. “¡Como sea, no lo quiero para beber. Es pa mi carro!”, le dijo.
Y así fue. Con el refresco agitado y vertido sobre el motor, la incipiente llama fue sofocada. Por allí circulaba un elemento de Protección Civil Municipal, que con un extintor completó la obra.
Al lugar también acudió una patrulla de Tránsito Municipal. Al revisar el motor, se detectó la causa. El filtro de gasolina, indebidamente colocado encima del motor, se zafó de la manguera demasiado corta. El combustible cayó sobre el motor caliente y comenzó la conflagración.
“El mecánico tuvo la culpa”, dijo Modesto al recordar que hace tres días sacó su automóvil del taller, pero hasta ayer lo movió para cargar gasolina.
Al consultar el servicio de grúa, le cobraban 500 pesos. “Ta muy caro. Mejor me lo llevo jalando con mi otro carro”, dijo. “No mi jefe, no se lo aconsejo, lo vamos a multar y le va salir más caro”, le dijeron disuasivamente los oficiales.
Y modesto no tenía para el taxi, pero ningún colectivo de los que pasaban por allí lo llevaba al taller de su mecánico. Y el reportero de nota roja lo llevó.
Con información de cuarto poder
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