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miércoles, 8 de julio de 2015

“ZEDILLO NO FUE NI SERÁ PRIISTA”; EL EXPRESIDENTE, Y NO FOX, ORIGINÓ LA DERROTA



Ciudad de México.- José Elías Romero Apis afirmó que ante la imposibilidad que tuvo Ernesto Zedillo Ponce de León para impulsar a Guillermo Ortiz o a José Ángel Gurría como candidato del PRI a la Presidencia en 2000, debido a los candados decretados en la XVII Asamblea  Nacional priista de 1996, el entonces Presidente de México cobró venganza contra el partido, llevándolo a una contienda interna de la cual la institución salió debilitada.

El abogado, quien fue parte del equipo del candidato Francisco Labastida Ochoa, y que desde muy joven participó en tareas partidistas, como pintar bardas con lemas del PRI, aseguró que la primera vez que vio a Zedillo Ponce de León en una actividad priista fue cuando lo nombraron coordinador de campaña de Luis Donaldo Colosio, en diciembre de 1993 o en enero de 1994.

Señaló que una prueba de que Zedillo estuvo al margen de toda actividad partidista es que entre 1987 y 1988, durante todo el año en que Carlos Salinas de Gortari hizo campaña presidencial, Zedillo no participó.

Él no fue a la campaña de su jefe, protector y amigo —ahora examigo— Carlos Salinas. Él se quedó en la Secretaría de Programación, como subsecretario. Es un hecho que nunca tuvo aspiraciones políticas y nunca estuvo en ninguna campaña previa.

No es un pecado no ser priista ni panista o perredista. No es pecado no tener partido, a lo mejor es pecado simular que se tiene partido; eso sí puede ser un pecado de insinceridad o por lo menos de inmoralidad política”, afirmó Romero Apis.

—Entonces, ¿Ernesto Zedillo es priista o no?

—Creo que Zedillo no era priista, no lo es y no lo será —respondió Romero Apis, quien enumeró una serie de hechos y sus resultados, que considera clave para demostrar la hipótesis de que Zedillo le jugó las contras al PRI desde su llegada a la Presidencia de la República, el 1 de diciembre de 1994:

Creo que todo lo que hizo cuando tuvo poder, como la rotación de mandos en el PRI —hubo seis presidentes—, la forma muy evidente en que se perdió el Gobierno del Distrito Federal en 1997, ante el perredista Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; y la pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados”.

Asimismo, “la política tributaria, que llevó básicamente a base de impuestos, que lastimó mucho a las clases menos favorecidas y que se conoce como la roqueseñal; la persecución contra Raúl Salinas de Gortari, que vino a ser un baldón sobre los priistas.

Regalarle al Partido Acción Nacional la Procuraduría General de la República (PGR) para, desde ahí, con el enlodamiento del PRI, se pudiera adornar, enalteciendo a otro membrete político; la división que provocó en la clase política la persecución de Carlos Salinas y que habría de ser grave para la estructura de unidad del PRI; la contienda interna del 99.

El desprestigio al que se expuso al Ejército mexicano, hasta entonces institución muy sólida de la Revolución y del PRI, encarcelando a altos mandos militares; la llamada “sana distancia” que fue una expresión dicha desde el inicio de su gobierno, que resultaba inentendible para los políticos de los regímenes republicanos y democráticos, porque los presidentes y los primeros ministros tienen partido y gobiernan con su partido. Quienes no tiene partido son los reyes y, a veces, los dictadores”.

CON DEDICATORIA

Romero Apis consideró que quizá Zedillo no pensaba en una alternancia, como sucedió, sino en una forma distinta, más profesional, quizá más burocratizada de llevar la vida política, lo que se ha llamado coloquialmente como la tecnocracia.

Es decir, que hombres muy bien formados y especialistas en sus ramas, con buenas credenciales, sean los que se encarguen del gobierno y no gente que se haya ‘manchado’ en la vida partidista”.

A pregunta expresa sobre si los candados decretados en la XVII Asamblea Ordinaria del PRI, del 20 y 23 de septiembre de 1996, cuando Santiago Oñate era el líder priista y que en el artículo 144 inciso X señala: “…Para los casos de Presidente de la República y gobernador se requerirá acreditar la calidad de cuadro, dirigente y haber tenido un puesto de elección popular a través del partido, así como diez años de militancia partidista”, tenían dedicatoria para Guillermo Ortiz o Gurría, el abogado Romero Apis respondió:

No tenían una dedicatoria particular hacia ellos; curiosamente tenía una dedicatoria hacia Ernesto Zedillo. Es decir, el priismo ortodoxo estaba decepcionado, desilusionado de que las políticas tecnocráticas, neoliberales, que podrían ser acertadas y muy correctas desde el punto de vista de la ciencia económica, pudieran no ser compatibles con las aspiraciones y los rezagos sociales y económicos de un país como México.

Que había que darle al ejercicio del alto poder político, y muy concretamente de la Presidencia de la República, una dosis de enjuague, de matiz y de empapamiento político y de conocimiento de las circunstancias humanas de nuestro entorno y no solamente de las estadísticas.

Que cuando nosotros hablamos de que el país va a crecer dos décimos menos o tres décimos más es un lenguaje para los técnicos de la economía, para los políticos, pero lo que queremos entender es cuántos miles de mexicanos se van a quedar sin trabajo, se van quedar sin casa y se van a quedar con menos dieta para comer”.

—Si no tenía dedicatoria para Ortiz y Gurría, ¿cuál sería el efecto hacia Zedillo?

—La fórmula que se encontró, que no es quizá la más afortunada, fue que una forma de política social, o pensamiento de política social, se encontrara con alguien que hubiese tenido carrera de partido; ¿y cómo podía medirse la carrera de partido? Si alguien había tenido cargos de elección popular, cualquiera que fuera, preferentemente, cargos de envergadura.

Esto lo tomó Ernesto Zedillo de manera muy directa como una limitación para sus ideas, desde luego internas,  muy íntimas de que sus sucesores fueran Guillermo Ortiz o José Ángel Gurría.

A partir de ese momento trató de que los sucesivos presidentes del PRI pudieran revertir las disposiciones adoptadas en la XVII Asamblea, es decir quitar los candados.

Ese fue un mandato que le dio a Mariano Palacios Alcocer (actual embajador de México en el Vaticano) y a José Antonio González Fernández (hoy dedicado a su despacho de abogados).

Ambos fracasaron, y no por incapacidad, sino porque el priismo estaba muy convencido de que debía haber esos candados. Pero esos candados no los pusieron pensando en la elección de 2000, no fueron pensados para favorecer a Labastida; el priismo no pensaba en esos momentos en Francisco Labastida”, dijo.

SIN PULCRITUD

En suma, subrayó Romero Apis, sí existen muchas razones para pensar que a Zedillo no le gustaba el PRI, no le gustaban los priistas y no le gustaba Labastida.

Por eso ordenó que los burócratas se alejaran de la campaña. Que no participaran ni ayudaran. Vamos, que renunciaran a sus derechos políticos, en su forma de preferencia electoral. Así, hasta llegar a la noche del día de la elección, cuando Labastida se disponía a pronunciar su discurso concesional reconociendo su derrota, el gobierno ordenó el corte de la señal y fue el mismo Ernesto Zedillo quien salió a reconocer una derrota y a conferir una victoria que de ninguna manera le correspondía anunciar al Presidente de la República.

Por eso, si alguien alega que todo lo que hizo Zedillo, durante la precampaña y la campaña fue motivado por la pulcritud política y electoral, con este solo hecho queda demostrado que ni siquiera fue pulcro ni en lo político ni en lo electoral. Porque a Labastida no lo venció Vicente Fox sino lo venció Ernesto Zedillo”.


“EL EXMANDATARIO QUERÍA UNA DEPURACIÓN”

José Elías Romero Apis señaló que a partir de la entrevista que Pascal Beltrán del Río le hizo a Francisco Labastida, para Grupo Imagen Multimedia, en el marco del 15 aniversario de la primera alternancia, fue que después de muchos años volvió a pensar en el papel de Ernesto Zedillo.

El presidente de la Academia Nacional tiene la impresión de que antes del 23 de marzo de 1994, fecha del asesinato de Colosio, Zedillo no había pensado seriamente en la Presidencia de la República como un objetivo.

Romero Apis, colaborador de Excélsior, tiene la hipótesis de que Guillermo Ortiz y José Ángel Gurría eran los gallos de Zedillo para la candidatura presidencial de 2000, en lugar de Labastida. Maneja el siguiente análisis:

En primer lugar, la formación política y profesional de Zedillo, Ortiz y Gurría; el expresidente ingresó al PRI de manera automática, como ingresaba la burocracia entonces; burócratas del nivel que fueran se consideraban automáticamente priistas.

Sin embargo, él estaba formado en una escuela profesional, en una actividad en la que no se le tiene aprecio a la vida partidista, no me refiero exclusivamente al PRI: no se aprecia la vida partidista de ningún color.

Por si fuera poco, él perteneció a una generación de economistas que sentía que muchas de las debacles económicas en México eran culpa de los políticos y, muy concretamente, de los políticos gobernantes, de los políticos priistas; es decir, que el PRI y su política eran culpables de nuestras desgracias económicas y que era necesaria ya una depuración de la vida política mexicana”.

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