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martes, 12 de mayo de 2015

PADRES DE FAMILIAS DE BEBÉS MUERTOS EXIGEN RESPUESTAS




En un camino de pendientes, rocas sueltas y tierra quemada, que lleva a las minas de la gema de ámbar, está La Pimienta, una comunidad de más de dos mil indígenas tzotziles, con casas sembradas en laderas, donde la noche del sábado fueron velados los cuerpos de dos niños de un mes de nacidos, que murieron tras ser vacunados en la clínica del lugar.

Los padres están tristes, pero también molestos, porque quieren saber qué es lo que les ocurrió a sus hijos; quieren saber si las vacunas estaban en mal estado, pero aseguran que ellos vieron que los médicos manejaron con cuidado las dosis que trasladaron desde Tuxtla Gutiérrez.

En la entrada del pueblo está la casa de Teresa Gómez, de 45 años, donde velaron el cuerpo de su nieta a quien querían llamar Yadira y a la que vio sonreír la mañana del viernes cuando su hija salió hacia la clínica, tras haber oído el llamado de los médicos y enfermeras que pedía a “todos los padres con niños recién nacidos”, acudieran a la clínica para que los niños recibieran las vacunas BCG, que protege contra la tuberculosis y otra contra la hepatitis B.

Las indígenas debieron esperar varias horas para que sus hijos fueran inmunizados.

Las madres llegaron hambrientas a casa, para comer frijoles y tortillas, pero enseguida los bebés empezaron a llorar incansablemente; supusieron que eran los “síntomas normales” de la vacunación.

Cuando la tarde del viernes caía, las mujeres tomaron los rebozos para concentrarse en la única calle del pueblo y pedir a los dueños de las camionetas que las trasladaran a la cabecera municipal de Simojovel.

Antes de las 20:00 horas, el llanto de dos de los menores se apagó cuando los vehículos llegaron a los límites de la cabecera municipal, pero los padres no se dieron por vencidos, querían cerciorarse de que los niños habían fallecido. Diez minutos después el médico de la clínica confirmó la muerte de los bebés.

La clínica era insuficiente para atender a 39 niños que no cesaban de llorar. Los médicos y enfermeras no se daban abasto. El director telefoneaba a Tuxtla Gutiérrez, para informar de lo que había ocurrido.

Para la madrugada del sábado la instrucción fue trasladar a las niños a Tuxtla Gutiérrez, donde ahora seis de los 29 infantes se reportan como graves y 23 más siguen estables.

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